Corrupción y Despolitización del Discurso

jueves, 25 de febrero de 2010 1 comentarios


Por Francisco Astudillo Pizarro.
La corrupción es para moros y cristianos un fenómeno aborrecido y siempre justamente criticado, pero también es y ha sido un nuevo caballo de batalla en la retórica electoral de la derecha muy principalmente por parte de la derecha la que enarbolaba a sus huestes como las defensoras de la probidad y los cazadores de la corrupción del estado y de la concertación.
Voy a exponer una tesis acerca de una de los efectos inesperados que la retórica política particularmente de la derecha ha contribuido a alimentar, la creciente despolitización de la vida social y de la actividad política misma. Este juicio el de diagnosticar una despolitización en ciernes aunque compartido por una diversidad de comentaristas políticos no basta para comprender el alcance del fenómeno, a mi criterio en los últimos años la campaña del terror “anti corrupción” impulsado por ciertos sectores políticos (particularmente la derecha) generó un efecto no buscado que tiene relación con el descentramiento de la discusión política desde lo programático hasta la corrupción.
El triunfo de Piñera en las elecciones presidenciales y la importante votación de MEO en primera vuelta dan cuenta de un electorado y una opinión pública que se ha dejado seducir o sintonizar por la retórica de la probidad y la anticorrupción en desmedro de las ideas programáticas identitarias de  los distintos sectores de la geografía política de nuestro país. Tanto la gente que votó por MEO como la que le dio el triunfo a Piñera en segunda vuelta representan el peso electoral de los candidatos que mejor se posicionaron en el discurso anticorrupción casi deliberadamente ignorando en sus estrategias mediáticas la identidad ideológica y sus elementos programáticos es decir de las candidaturas más despolitizadas en un sentido clásico.
Cuál sería entonces el papel de la corrupción en la despolitización del debate político? Para responder a esta pregunta debemos además evaluar el peso comunicacional de las discusiones políticas programáticas versus las discusiones políticas versadas en materias de denuncias de corrupción y temáticas anticorrupción, claramente desde la lógica de mercado editorial las últimas venden más que las primeras y son estimuladas en la agenda mediática lo que incrementa el peso de estas materias en la opinión pública. Este fenómeno, el del estímulo editorial de la temática anti corrupción se suma al de la retórica política de la derecha la que busca despegarse de materias incómodas para el sector y que restan votos en las elecciones como lo son los intereses económicos de los empresarios políticos y los abusos laborales del empresariado además de buscar minimizar el espacio para la discusión y exposición de temáticas ambientales y de desarrollo social en equidad que apunten al cuestionamiento de la realidad tributaria y que por tanto los políticos ultraliberales buscan acallar, en esa lógica su estrategia funciona o tiende a funcionar muy bien.
En el juego electoral las masas de dóciles ovejas evalúan a la hora de decidir su voto elemento como quién  es o parece más o menos corrupto y no quién representa  de mejor manera programáticamente sus opciones en cuanto a visiones de lo público. Es en ese sentido, para un político es más rentable ser reconocido la mayor cantidad de veces en los medios enarbolando la temática de la anticorrupción pero esta serie de performances cruzadas terminan por instalarse en las masas ovejas y en los votantes como “el” criterio para participar de lo electoral en una democracia liberal como la nuestra dejando de lado o completamente fuera los criterios políticos, las convicciones morales, económicas y teóricas que constituyen la identidad política de los individuos y colectividades sociales.
Al nuevo votante claramente le importa menos el fortalecimiento de  la educación pública, las libertades individuales, el medio ambiente o los derechos laborales que la “corrupción”. No planteo en ninguna forma dejar de preocuparse por la corrupción sólo planteo que esta no puede ser un criterio político ya que constituye una distorsión en la administración y no una orientación de la acción. Si hay corrupción deben actuar los entes fiscalizadores y llegar hasta el final  pero lo que no debe suceder es permitir modificar las orientaciones programáticas en función de un cambio de administradores políticos en base al criterio binario corrupción-anti corrupción, esto además genera una incorrecta asociación entre criterios programáticos y conductas corruptas que es lo que ha estado sucediendo en nuestro sistema político y opinión pública y que contribuye a despolitizar a las masas y la votación que estas efectúan y además condena a quienes mantenemos opiniones críticas fundadas en la reflexión independiente a una impopular minoría en la opinión pública.
Es en parte la corrupción como elemento discursivo, como herramienta de su retórica derechista y despolitizadora la que permitió que la derecha obtuviese la votación que tuvo, la más alta de toda su historia.

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